La Imagen de Nuestra Señora del Rosario era primitivamente una talla de tamaño inferior al que hoy día presenta, con ropajes tallados y estofados. Pero definitivo fue para su iconografía que D. Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, granadino, decidiera llevarla consigo en su galera a la Batalla de Lepanto, en 1571, entendible en el contexto de fervor nacional que suscitó esta batalla decisiva para la cristiandad.
Al
volver su devoción fue en continuo aumento, prueba de ello es su
fastuoso Camarín y Retablo, y el hecho de que a los 57 años de la
Batalla, en 1628 , fue revestida de plata labrada a martillo y
guarnecida de pedrería fina, costeado por las terciarias dominicas Dª.
María Jerónima y Dª. Catalina de Aragón. Este riquísimo y vistoso
vestido perpetuo requirió la transformación de la imagen, que al ser de
talla completa hubo de retallar el torso para eliminar los pliegues de
los ropajes, sustituir las manos y la imagen del Niño, pues la original
al quedar revestida también de plata quedó con una composición muy
forzada. Fruto de esta transformación, ganó una considerable altura, que
es la actual.
El
traje perpetuo no obstante se mostraba sólo en solemnes ocasiones,
revistiéndola con ricos mantos y sayas en el resto de las veces. Este
singular traje se conservó en perfecto estado hasta la invasión
napoleónica en que fue expoliada de las piedras preciosas y de la
manteleta. Como consecuencia, durante todo el siglo XIX nadie volvió a
conocer a la Señora de Lepanto con su traje de plata, habiendo de
esperar a los primeros años del siglo XX para dejar ver, de manera
tímida, solo la parte delantera, de manera excepcional, siendo también
la norma mostrarla a los fieles con sayas y mantos de tela.
En el año 1960, con motivo de su Coronación Canónica, fue restaurado el vestido de plata, dotándole de nueva manteleta y reponiendo todas las piedras que faltaban, obra que ejecutó el orfebre granadino Miguel Moreno, gracias a la aportación del entonces Presidente de la Archicofradía D. José Martínez Ferrol. Lo lució la sagrada efigie por vez primera en el día de la Coronación Canónica. Y desde entonces viene presentándose así a los fieles en la procesión de octubre, alternándose el resto del año con diversas sayas y mantos de su ajuar.
En el año 1960, con motivo de su Coronación Canónica, fue restaurado el vestido de plata, dotándole de nueva manteleta y reponiendo todas las piedras que faltaban, obra que ejecutó el orfebre granadino Miguel Moreno, gracias a la aportación del entonces Presidente de la Archicofradía D. José Martínez Ferrol. Lo lució la sagrada efigie por vez primera en el día de la Coronación Canónica. Y desde entonces viene presentándose así a los fieles en la procesión de octubre, alternándose el resto del año con diversas sayas y mantos de su ajuar.
La
efigie de Nuestra Señora del Rosario, en fechas recientes, ha sido
restaurada en el IAPH, intervención encaminada a la limpieza y la
conservación de tan venerada Imagen.
Como curiosidad, reseñar que hubo otra imagen más pequeña, fechable en el siglo XVII, la cual se guardó en la Sala Capitular del postcamarín hasta que en 1859 pasó a la Iglesia
de San Basilio, hoy de los PP. Escolapios. Su uso, al igual que hoy día
la Imagen de la Candelaria, era el de representar a la Imagen titular
para las procesiones mensuales claustrales que en aquella época eran
costumbre, dada la dificultad de bajar del Camarín a la Virgen de
Lepanto, Nuestra Señora del Rosario Coronada.
Mas información: http://archicofradiarosariocoronada.blogspot.com.es/